La lucha es mi pasión, mi vida, mi aspiración y mi meta. Como les platiqué la vez anterior, la lucha la llevo en la sangre. Por mi parte, mi papa, quién fue mi instructor, también me encaminó con el maestro de la lucha libre: El Diablo Velazco, para mi fue un orgullo el ser de los últimos luchadores que el gran profesor entrenó.
Mi papá era mi súper héroe. Y por supuesto, quería ser como él. Algo que me llamaba la atención era la transformación que tenía como luchador, era sorprendente e increíble. En mi adolescencia mi padre me encaminó hacia el deporte. Practicábamos futbol, karate, natación y siempre era mi gran rival porque le quería ganar y no podía. Me enseñó el espíritu competitivo que es fundamental como atleta.
Me recalcó que cuando te entregas es total y sin reserva. Los grandes maestros no son los que enseñan mucho; sino los que tienen muchos discípulos. Ser luchador no es sencillo, tienes que renunciar a muchas cosas especialmente cuando has formando un nombre y una carrera.
En alguna ocasión escuché: “los triunfadores no son aquellos que han ganado muchos reconocimientos; sino aquellas personas que han tenido que librar muchos obstáculos para poder sobresalir”. Y creo que en ese aspecto, el 1000% guapo ha demostrado que se puede seguir adelante sin importar lo difícil que sea la prueba. Sigo trabajando y seguire luchando porque me apasiona y no hay mejor lugar donde demostrarlo que arriba del ring.